Además de su capacidad inmediata de seducción, la fotografía de Armyde Peigner afirma su singularidad tanto por el sujeto como por la manera de tratarlo. Sin embargo, el artista vuelve su cámara hacia sus hijos y la naturaleza, dos temas habituales, si no recurrentes del medio. Pero sus fotografías utilizan un escenario tan preciso que la mirada se toca inmediatamente y, incidentalmente, plantea la cuestión de la espontaneidad. ¿Es esto porque ella sabe que el lobo no está allí que Armyde Peigner deja tan fácilmente a sus niños jugar en los parques, los bosques y los bosques? De ahí el extraño encanto, casi un poco perverso que sale de estas escenas enigmáticas, especie de réplicas lúdicas y espontáneas. Trabajando al borde de la realidad, Armyde Peigner trabaja con gracia y suavidad un mundo poético y mental, afectuoso y salvaje, entre maravillas e invisibles amenazas, donde los niños inventan sus juegos en complicidad con la misma savia de los cuentos de hadas. Frente a las trampas del estético y del insipidio, estas imágenes más probables que razonables, se leen como se convierten las páginas de un álbum de recuerdos ocultos que ocultan las cicatrices del tiempo en las alegrías fugaces y el fervor despreocupado del momento. Extracto del texto de Gilbert Fastenaekens.