Este es un ejercicio de experimentación editorial que juega con el lector/creador, quien puede hacer su propio libro a partir de fotografías, textos y dibujos de Medellín (Colombia). La lectura / edición del libro es una analogía de la forma de habitar la ciudad donde el espacio/tiempo debe fragmentarse para apropiarla. Por lo cual, se crea una idea abierta y plural de la ciudad/libro y su apropiación se da tanto individual como en el cruce con los otros. Los espectadores / ciudadanos pueden armar (o desarmar) 24 fotos, 24 dibujos y 24 escritos, a su gusto. Por esta razón, este proyecto juega con la ambigüedad entre la obra y el catálogo, el documento y el experimento, la narrativa y el caos. Ante la pregunta, ¿cómo se lee una ciudad?, no he podido responder más que fragmentando mis sentidos. La ciudad, como urbe y experiencia, es inconmensurable. Es una amalgama de caminos que se trenzan, aleatoriamente, en una misma estructura que es atravesada por los cuerpos que la recorremos para poder conocerla. La transitamos inmersos en acciones cotidianas como ir al trabajo o visitar un parque; actos que permiten moverse en ella y apropiarse de una parte de eso que no se puede abarcar. Por eso, para habitar la ciudad, ésta debe fragmentarse, romperse, dividirse, seleccionar qué calle y tiempo se va a vivir en ella, construir una ciudad personal, segmentada por los pasos propios, por los sentidos. Decidir qué palpar, qué sentir, qué mirar, oler o respirar. Pero no la recorremos solos. La ciudad, aunque es un contendor de individualidades, empieza a construir su carácter en la diversificación y el entramado de estos fragmentos. Los peatones —ciudadanos— se cruzan e intercambian constantemente entre ellos sostenidos por lugares y símbolos comunes: edificios, plazas, rutas de buses, comidas, etc., hasta crear un nuevo cuerpo en constante movimiento. Los sentidos, normalmente referenciados por separado, son diversos canales de nuestro cuerpo y entendimiento para capturar y recrear lo que percibimos. El cuerpo, al igual que la ciudad, ubica por fragmentos la totalidad de una trama de sensaciones para darnos alguna información de nuestro entorno; y así, el olfato nos habla de algo que vemos o la piel nos recuerda algo que escuchamos. Los sentidos, puestos en la ciudad, se convierten entonces en una reproducción del cuerpo y sus quiebres sensoriales por los cuales se recorre y se habita un espacio-tiempo, que a veces, por inabarcable, se torna caótico. Después de 2 años de buscar esos fragmentos de sentidos y caos, el resultado final de este proyecto representa esa experiencia de atravesar Medellín de forma sensible y caótica.